La vida es una montaña rusa

¿Cuántas veces en tu vida has renegado de tus problemas y te has preguntado “cuándo terminará todo esto”? Todos sabemos que la vida está plagada de situaciones que no siempre resultan ser de lo más agradables, que nos producen desaliento y tristeza, que nos estresan y en algunos casos hasta llegan a enfermarnos física y mentalmente. Si pudiera expresar gráficamente el curso de la vida, diría que esta se asemeja a una montaña rusa: con subidas y bajadas repentinas, aceleres y frenos, algunas partes sinuosas y otras rectas; uno debe atravesar todo ese camino lleno de misterios, incertidumbre, miedos y sorpresas para llegar al otro lado, a aquel punto que marca el final del recorrido.

Para mí, todo en la vida se trata de un aprendizaje (o varios). Desde que nacemos hasta que dejamos este mundo nos encontramos en un recorrido, un camino que muchas veces cambia su forma y su contenido, que nos desafía y nos conduce a lugares que jamás imaginamos. Estos lugares pueden traernos felicidad, pero también pesares y frustración, y creo que esto tiene que ver con las expectativas y proyectos que formulamos y a los que nos apegamos sin tener en cuenta que quizás el universo tiene otros planes para nosotros.

Por supuesto, no tenemos el control de ciertas cosas que nos suceden, y por ello no debemos culparnos; lo que sí tenemos es la posibilidad de oír las señales y mensajes que nos envía aquella fuerza superior y universal para salir de ciertos lugares a los que nos mantenemos arraigados y que quizás están siendo perjudiciales para nosotros impidiéndonos crecer.

Puedes estar lidiando con un problema hace horas, días, meses, e inclusive años, pero la perspectiva que tengas sobre ello dependerá completamente de qué actitud tomes al respecto: puedes renegar y molestarte, llevarlo a un extremo y enfurecerte con la situación o con la vida misma; o simplemente vivirlo y aceptar lo que sucede como parte de un aprendizaje y de una instancia de crecimiento personal. Esto último no significa que debas reprimir tus emociones y negar la importancia de lo que sientes, sino simplemente intentar poner las cosas en perspectiva para tener una visión más clara y consciente de lo que está sucediendo. En pocas palabras, es solo una cuestión de actitud.

Intentemos verlo de la siguiente forma, ¿dónde estarías o cómo serías hoy si no hubieras atravesado todo lo que la vida puso en tu camino? Exacto, serías sumamente diferente, menos experienciado y más inocente, tal como lo son los niños. Existe una razón por la cual crecemos y avanzamos en la vida, por la cual aprendemos y nos desarrollamos como seres sintientes y humanos, y es que todo nos llama a evolucionar, a ser una mejor versión de nosotros mismos, esa es la ley de la vida.

Todo eso que viviste, todo ese dolor y frustración, toda esa dicha y alegría que los distintos momentos de tu vida te regalaron, son lo que hicieron que hoy seas tú; y son los que intentan alinearnos con nuestro propósito de vida, con nuestra misión en este mundo. Si no estuviéramos tan estresados con todo lo que nos sucede, quizás estaríamos más alerta y alineados, y podríamos hacer silencio para oír lo que el universo tiene para decirnos.

A veces tenemos miedo de nuestro potencial y de nuestra capacidad para sobrellevar situaciones difíciles y elegimos darnos por vencidos, mirar hacia el otro lado, rendirnos. Déjame decirte algo, si estás viviendo un momento delicado, hay una salida; solo debes tener fe en ti mismo y confiar en que todo mejorará, porque así será. Puedo asegurarte que algún día mirarás hacia atrás y verás que esto que estás transitando solo llegó a tu vida para mostrarte algo, para dejarte un aprendizaje que tal vez no imaginabas y que te llevará a un lugar diferente al que estás hoy.

Así que recuerda, todo lo que comienza tiene un final, nada permanece fijo e inmutable. Todo lo que nos rodea se va transformando y cambiando, y también lo hacemos nosotros, es parte del movimiento de la vida, de esa ley que nos acerca hacia lo que verdaderamente estamos llamados a hacer. Confía en ti, valórate, y jamás te des por vencido, porque, aunque quizás no lo veas, cosas enormes están aguardando por ti.